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viernes, diciembre 23, 2005

Aumentan la pena a un condenado de 30 a 33 años por ser fan de Larry Bird.

Leo el titular del Marca y creo que es del día de los Santos Inocentes.

“Aumentan la pena a un condenado de 30 a 33 años por ser fan de Larry Bird”.

Miro el reloj, confiando en que no se me haya vuelto a estropear el calendario. Pues no, no es del 28 de diciembre, es del 20 de octubre. Vuelvo a leer la noticia por si tuviera truco:

“Un hombre solicitó que se le aumente una condena a una duración superior a la que habían acordado sus abogados y la fiscalía para que la duración de la pena coincida con el número que lucía el ex jugador de baloncesto Larry Bird en su camiseta.

Los abogados llegaron a un acuerdo para una condena de 30 años por un delito de intento de asesinato y robo, pero Eric James Torpy solicitó que su pena fuera de 33 años para igualarla al número del ex jugador de los Celtics de Boston. "No había visto algo así en 26 años en los tribunales", reconoció el juez del distrito de Oklahoma Ray Elliott. "Le acomodamos la pena a sus deseos y se mostró feliz", expresó.”. Toma, ni él, ni yo, ni nadie del planeta había visto algo así.

Se necesita ser tonto para estar tres años más en prisión por semejante idiotez, y se necesita ser tonto para permitirlo. No creo que las condenas se tengan que ajustar a caprichos, ni al de los jueces, ni al de los propios condenados. Imaginemonos, un tipo va a estar en una de las cárceles del que se supone que es el país más avanzado del mundo (ya sabemos que esto es bastante cuestionable) tres años más de los que le corresponden porque el bueno de Larry Bird llevaba en su camiseta un 33. ¿Qué habría pasado si el jugador hubiera llevado el 88, o el 99, también habrían aceptado aumentar la condena?

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