35 gatos de temperatura.

Estos días no hay quien aguante el calor, 35 grados sin una gota de viento no es temperatura para una ciudad sin mar. Pero lo peor es la noche. Al no haber viento abres las ventanas y casi no baja la temperatura. La única manera de conseguir dormir es manteniendo la ventana abierta durante horas, lo que significa dormir con ella abierta de par en par.

Hacia las 2 de la madrugada consigo que la habitación esté a unos 26 grados, con lo que ya se puede intentar dormir, pero si cierro la ventana, el calor acumulado en las paredes a lo largo del día vuelve a calentar la habitación. Solución: no cerrar la ventana en toda la noche. Esto es lo que estoy haciendo estas noches y así estoy durmiendo relativamente bien.

Vivo en una casa y mi habitación está a la altura del jardín con lo que con la ventana abierta puedo aprovechar el fresco del agua que se ha utilizado para regar, aunque no sirve de mucho, y además pueden pasar otras cosas como la que ocurrió ayer, que a eso de las 6 de la mañana me despertó un pequeño ruido. Abrí los ojos y miré hacia los pies de la cama donde frente a la ventana está mi ordenador, vi una sombra. Pasando tras la pantalla discerní un gato que, al sentirse descubierto, hacía juegos malabares para volver a ganar la ventana. En el momento que ponía la primera pata en el alfeizar le llamé. El minino se quedó mirandome dubitativo. Lo volví a llamar, y en ese momento despejó sus dudas y salió de la habitación de un salto.

Hoy he dormido de nuevo con la ventana abierta pero no he vuelto a saber del gato. Una de dos, o se llevó un susto de muerte con lo que ha perdido una vida y no querrá perder más, que la cosa está "mu malita" como para andar desperdiciandolas, o ha aprendido a entrar en mi habitación sigilosamente y ya no me entero, aunque yo me decanto por la primera posibilidad.